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lunes, 13 de octubre de 2014

Lecturas de "Mejor Perder"

      Me refiero a la canción por Verónica Soffia, que ella amablemente me prestó para poner en este mi blog y comentar. Es una estupendísima canción desde donde se mire, pero lo que comparto aquí son cosas que activó en mí atender la letra, y pues por eso lecturas.

      La primera de mis lecturas (o escuchadas) fue un acuerdo absoluto. Pensé "claro que sí, tampoco quiero este ritmo de competencia y locura y agresividad: prefiero perder".

      Pasado un tiempo, sin embargo, pensé: si tengo las capacidades para ganar, ¿por qué voy a preferir perder? ¿Por qué no participar? ¿Por qué no hacerme cargo de mi vida y, agradecido por mis virtudes, utilizarlas? 
     
      Esas preguntas ilustraron en mí algunos puntos: primero, si "ganar" es tener dinero y abundancia, "perder", ¿qué es?; segundo, sea lo que sea, "perder" sólo me puede perjudicar a mí, esto es, no ayuda a nadie; tercero, "ganar" es un objetivo, y como tal, un camino. No se gana sin esfuerzo y trabajo, y entonces quien gana se lo merece.

      Quiero decir: el problema está en cómo vivimos la competencia, y no en la competencia misma. El problema no es que lo que yo gane otro lo pierde, porque eso tiene que ser así: la única forma de que el incentivo sea real es que la situación sea real; el que pierde tiene que perder de verdad y lo mismo el que gana. El problema es, entonces, que ponemos en la competencia nuestra importancia personal; que confudimos poder con dominación; que vemos el mundo como una serie de casualidades donde a cada uno le toca lo que le toca y así la competencia es injusta...

      El mundo será por siempre predador, y todo en esta vida siempre será un desafío; tenemos que aceptar ese desafío e intentarlo con todo. Lo contrario es opacarse a uno mismo, y eso no le sirve a nadie. Lo que debe cambiar no es la competencia, son nuestros pensamientos. 

      Nosotros somos responsables de crear un mundo mejor -creyendo en él. Tenemos que creer que hay una razón para todo, tenemos que creer que la competencia es justa de por sí pues todos tenemos las herramientas necesarias para cumplir la particular misión que vinimos a cumplir (que no es otra que ser en plenitud, por cierto), que somos todos parte de uno; todo eso tenemos que creer para dar forma a un mundo mejor.

      Pero creer no es algo que se dice y ya. Creer es entregar; creer es darle la posibilidad a algo de que influya directamente en nuestra vida; si yo creo que todos somos uno, tengo que vivir así, y saber decir que no cuando es no y que sí cuando es sí; saber ser tan respetuoso conmigo como soy con el prójimo y viceversa; saber que si le hago mal a alguien soy yo el primer afectado. Todo eso tiene que estar en mi forma de interpretar el mundo y los sucesos, de lo contrario no es creer, es sólo hablar.

      Un ejemplo de creer es el mismo ritmo de competencia y locura y agresividad: si yo creo que está ahí, pues lo voy a ver, porque le estoy entregando esa validez. Le estoy entregando la capacidad de interpretar lo que veo. Si, en cambio, veo ese ritmo en las personas y no en el mundo, puedo saber que no por entrar en él seré como ellos, que no es necesario ser así para "ganar", que son ellos, y no el mundo, el que anda mal. Eso ya es una persona viviendo en un mundo mejor.

     La última lectura es la que le termina de darle sentido a todo esto: ganar o perder no tiene ningún sentido cuando la muerte es la única cazadora. El ganador y el perdedor se van a morir, y a eso nadie le puede ganar; lo importante no es el resultado, si no el proceso; lo importante no es lo conseguido, si no lo vivido. 

      Es por esto que la relación entre creer y crear es tan estrecha: ninguna concepción de mundo jamás podrá ganarle a la muerte; ninguna jamás podrá explicar el orden universal porque siempre será parte de él; cualquier interpretación, por lo tanto, es igual. La única diferencia es para quien la vive. Para vivir en un mundo mejor, hay que creer que el mundo es mejor y estar dispuesto a meter a la misma muerte en ese paradigma; sólo entonces es verdadero.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Grandes, grandes planes, señores y señoras!

      Muchas personas insisten en preguntarse si acaso estamos solos en el universo; yo creo que no, pero no miro a otros planetas para fundar mis creencias: acá mismo en la tierra existen poderes; existen otras presencias, otros racimos de vibraciones con consciencia de sí mismas, intención y voluntad. Ejemplos van desde las plantas alucinógenas hasta el mar, el viento, las montañas... todo en este mundo es vida porque todo está hecho de vida.

      Varias de estas presencias están aquí para ayudarnos a conocer nuestro legado. Entre medio son felices siendo lo que son, claro, y difícilmente van a salir de su camino por ayudar a uno de nosotros, pero si vamos a ellas con humildad y respeto, nos entregan respuestas a lo que preguntemos. Las respuestas a esas preguntas son el camino a la consciencia expandida; la consciencia expandida es nuestro legado como seres humanos.

      La mayoría de estas presencias son en realidad muy amigables, y si ven que una persona llega a ellas sin estar preparada, se abren a jugar con esta persona y divertirse un rato. No piden nada a cambio, sólo se divierten, aunque claro, hay presencias más oscuras e incluso las hay demandantes.

      El poder es cosa seria y más vale andarse con cuidado cuando se trata con él, tenga la forma que tenga, pero lejos la peor decisión es ignorarlo y hacer como si no existiera. Las personas hemos hecho justamente esto, y hemos creado un mundo encima del mundo para mantener la ilusión; este mundo creado se sustenta únicamente en relatos, y a estos relatos les damos el poder de gobernar nuestras vidas y decidir por nosotros. Todo esto para seguir creyendo que tenemos el control, cuando en realidad lo entregamos a palabras que ni siquiera son las propias. Es un desatino sin fin.

      Por suerte, el poder y los poderes son maestros compasivos y nos van a esperar todo el tiempo que tengan que esperarnos. Pasa que tienen grandes planes para nosotros.
      

    

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Polos visionarios: la serpiente y el águila.

       Hoy quiero hablar un poco sobre Chicchán y Men, la Serpiente y el Águila en los kin maya. Quiero hablar de ambos al mismo tiempo porque son opuestos (o antípodas), y los opuestos en los kin maya son inclusivos, holísticos: están contenidos el uno el otro. Son, digamos, dos polos, de modo que la enseñanza es la misma para ambos, porque deben buscar el equilibrio. El caso de Men y Chicchán se presta muy bien para acercar lo que intento referir: si el águila está arriba en el cielo, y la serpiente abajo en la tierra, la enseñanza para la una es aprender a ver desde abajo y para la otra, desde arriba. La plenitud, para ambas, se encuentra en un punto intermedio.

           Por tratarse de opuestos, voy a abordarlos desde un nuevo formato; si se anima me cuenta qué le parece. Vayamos pues:


         La serpiente es la experiencia concreta. Se arrastra por el piso, de modo que su visión es linear. El águila, en cambio, ve desde arriba, y así que su visión es global.

        Para la serpiente un obstáculo (digamos por decir algo una roca grandota) puede parecer insorteable, porque no ve que le puede pasar por el ladito o por encima o por la grieta en el centro. El águila, desde arriba, ve la respuesta como la cosa más evidente y tiende a enjuiciar a la serpiente: "estúpido reptil, ¡cómo dejas que eso te bloquee! ¡Es un obstáculo tan pequeño!". Y es que para el águila no hay más que planear un poquito y ya está al otro lado. La roca ni existe para ella.

        Pero la serpiente no se queda callada. Le responde "mire señorita águila, hasta que usted no haya vivido la experiencia de sortear el obstáculo, no ha aprendido nada". Tiene la serpiente mucha razón, porque sólo la experiencia nos enseña. El águila se proyecta hasta donde ve su visión, pero si tan sólo planea hasta allá, entonces cualquier lugar es igual que otro. Si no hubo camino, si es sólo proyección mental, no ha habido nada.

        Chicchán debe aprender de Men que ninguna roca es un obstáculo determinante; que más que arrastrarnos las personas volamos en este viajecito cósmico que es la vida; pero Men tiene que aprender de Chicchán que necesitamos pisar tierra para poder despegar. Si no, no es vuelo, no es vida.


       El águila tiene la capacidad de ver con mucha precisión y enfoque, cosa que suele aplicar a la hora de ver a los demás, transformándose en una persona muy crítica. Como ve más allá, tiende a ver a los otros como muy atrás en el camino, muy poco evolucionados, y desde allí genera toda suerte de prejuicios hacia lo concreto, lo burdo, lo mundano.

     Chicchán, por su parte, se identifica tanto con lo sensorial que ese "lo mundano" la emboba y se pierde en los vicios, en lo terrenal. De modo que ninguna cosa es mejor que la otra, porque como vengo diciendo, ambas son necesarias y parte de la vida: no debemos identificarnos ni con la capacidad visionaria ni con la experiencia sensorial, porque somos aquello que está entremedio de las dos cosas.

       Men, en ese mismo ver más allá, representa la conciencia cósmica, y así que la gente de esta tribu suele dedicarse a despertar a los demás de un modo u otro. Por eso es tan importante que sepa dejar de lado sus prejuicios: no va a ayudar a nadie si los juzga por estar "más atrás" en el camino; si, por ejemplo, piensa que quien ocupa su mente en autos y dinero simplemente está mal y no debería existir.

      Pasa que, para quien vive en este mundo, el auto y el dinero son cosas muy importantes. Para la experiencia concreta, para la visión lineal de Chicchán, son la aspiración de la vida, el sinónimo de éxito, y aunque esté equivocada, está también en lo correcto: ni el dinero ni el auto son necesarios, pero ambos pueden ayudar, ambos pueden ser herramientas, ambos cumplen una función. Tienen su lugar en este mundo. Además, quien ocupa su mente ansiosamente con autos o dinero no es peor que quien la ocupa con juicios hacia los demás o expectativas y exigencias hacia sí mismo.

     Men es lo intelectual, lo sutil, lo referente al sexto y séptimo chakra. Men vuela cerquita del origen, y es justamente por eso que puede carecer de interés por este mundo... pero eso es parte del mismo prejuicio del que vengo hablando. Si estamos vivos es para algo, y en todo caso, la experiencia de vivir es en sí tan asombrosa que basta y sobra para querer vivirla.

     Chicchán, en cambio, es lo burdo, lo sensorial, lo físico, primer y segundo chakra. Estos chakras son la base, y sin base no hay edificio; de nada sirven el sexto y séptimo chakra con toda su divinidad si no tienen la fuerza, el empuje de la voluntad de vivir. Ese instinto primario es Chicchán: sobrevivir, reproducirse, sentir, experimentar; es lo más primordial de nosotros los seres humanos... y sin eso no somos nada. El instinto sabe mucho más que los miles de años de intelecto, y eso que el intelecto harto sabe y harto sirve también.

     Lo que intento dibujar aquí entonces es la serpiente emplumada, Quetzalcoatl: mitad águila, mitad serpiente. Tan burda como sutil, tan elevada como terrenal. Porque eso somos en realidad los hombres: mitad divinos, mitad terrenales. Sólo haciéndonos responsables de ambas partes y reuniéndolas expresamos nuestro verdadero potencial y propósito en este mundo.

    Los pensamientos deben ser acompañados de actos y los actos deben ser acompañados de pensamientos; en ese armonizar ambas cosas se expresa el alma.

   Expresar el alma es el significado profundo de nuestra existencia.

miércoles, 27 de agosto de 2014

La influencia de Eb: libertad.

Otro sello al que conviene tenerle ojo en estos tiempos es Eb, el Humano, sello 12. Ahorita que cambio de párrafo le cuento un poco más.

Eb es la conciencia, la capacidad de pensarse a uno mismo, de armar relatos a partir de todo cuanto nos sucede. En su sombra, Eb se sobre-identifica con estos relatos y le es imposible trascenderlos; no aprende de lo que le sucede, no escucha consejos de los demás, lucha por imponer su voluntad, se convence de que es él sólo contra el mundo y de que todo cuanto ha conseguido es su propio hacer y mérito. La sombra del Humano, en resumen, es la importancia personal.

      Por el contrario, cuando Eb está despierto, es receptáculo de la sabiduría cósmica, y se siente igual a todos los demás porque mide a las personas conforme a su distancia del infinito -todos estamos igual de cerca, y justamente por eso, somos, de hecho, todos iguales. Algunos sólo estamos más concientes de ello.

      Digámoslo así: el humano dormido no conoce su misión en este mundo, aconseja a otros pero no sabe qué hacer con su vida; despierto, guía a los demás, ayudándolos a madurar y crecer. El humano dormido es terco, cerrado y orgulloso; despierto, es receptivo, atento, solidario; dormido, sobrevalora lo intelectual o bien lo subvalora, se subvalora a sí mismo en esa área; despierto, su intelecto es tan sólo una herramienta más al servicio de su voluntad... Eb, cuando dormido, es un poco el cógito ergo sum exacerbado: es sus pensamientos y sus relatos, y tiene miedo de soltarlos porque siente que dejará de ser junto con ellos. Despierto, sin embargo, es una segunda lectura del mismo cógito ergo sum: percibo, soy conciente de cosas, sean las que sean, luego, existo. Lo interesante acá es que una de las cosas de las que se es conciente son los propios relatos, y entonces, ¿qué son sino tan sólo otra cosa que percibir? ¿Qué sentido tiene apegarse a ellos, y darles el poder de forjar nuestras vidas?

        En estos tiempos, estamos todos llenos de importancia personal. Se nos enseña a percibir así las cosas, sobre todo desde las relaciones sociales: la gente "nos hace" algo (daño, sufrir, feliz, infeliz, sonreír, etc.), y detrás de ese algo hay una intención dirigida específicamente a nosotros; por eso, nos ofendemos si no van a vernos para el cumpleaños o si nos hacen esperar o si lo que sea. También, en el otro lado del espectro, puede que idealizemos a personas que nos hacen felices, o que nos hacen reír, o que tienen algo que admiramos; sea como sea, acostumbramos hacer de todo un asunto personal.

      El problema con ese modo de atención es que pone el poder en los demás. Los otros siempre tienen la capacidad de influir sobre nosotros, y entonces tenemos que estar siempre pidiendo que no nos ofendan o esperando que no lo hagan porque hay una relación de cariño entre medio. Pero ni los otros tienen porqué atender nuestros pedidos ni nuestras expectativas tienen porqué cumplirse; lo mejor entonces es recojer ese poder que ponemos en los demás y utilizarlo nosotros -mal que mal, ¡para eso está!

      De modo que: no es que otro nos haga sufrir, o nos haga felices, es que nosotros sufrimos o somos felices. La conciencia que percibe no es sólo pasiva, no es meramente un observador; es una conciencia que decide, y allí está la libertad -justamente, Eb es portador de la libertad, la que nace del amor propio, porque desde allí aprendemos a darle espacio y respeto a nuestros pensamientos, a nuestros deseos, a nuestros sueños.
    
      Por supuesto, esto no significa que nada de lo que nadie haga nos molestará jamás o nos hará reír jamás. En el fondo, las personas somos un conglomerado de vibraciones, y todo lo que expresemos es una vibración. Así, como bolitas chocando, cualquier vibración reaccionará de algún modo a la presencia de otra vibración, como cualquier nota musical suena diferente en presencia de otra nota -el mismo acto de percibir es una reacción. El tema está pues en no sobre reaccionar, y eso sí es nuestra decisión. Es decisión de cada uno qué hacer con la vibración ajena y su efecto sobre la nuestra: si armonizar, si chocar, si esquivar, si qué.

      La armonización es, creo yo, la mejor de las opciones. Sin embargo, a veces hay que saber chocar o esquivar o redirigir para poder llegar a la armonía, y por eso lo importante no es que seamos armónicos si no que queramos serlo. Que sea ese nuestro objetivo, el foco de la voluntad; lo demás llega por sí sólo, si se mantiene una mente receptiva -y eso es lo más importante: mente receptiva. La ausencia de ella es la gran sombra de Eb y lo que nos tiene como nos tiene.

      Hoy por hoy la sociedad dice que hay que enfocarse en lo activo -en crear, en hacer, en dejar huella, en ganar, en dominar. No hay maldad en eso, sólo herencia y miedo, pero lo cierto es que la mente despierta (que es nuestro legado y misión como seres humanos) es una mezcla de las dos cosas, lo activo y lo receptivo. 

      La forma más potente de "activo" es la felicidad decidida. 

      La forma más potente de "receptivo" es la humildad.

martes, 19 de agosto de 2014

Oc, Poder del Amor.

Estando en el umbral de los 30 años, es de esperar que muchos de mis amigos y amigas tengan hijos o estén entrando en el mundo de la paternidad. Yo mismo tengo sobrinos y pues es todo cuestión de tiempo: más y más hijos e hijas irán apareciendo por ahí.

Lo que me interesa acá es entrar en el tema del amor; parto hablando de los hijos porque el amor de los padres a los hijos tiende a ser cuestión que nos desborda. Pero por ahora suspendo este tema, que me voy a dar un paseito y ya volvemos a él.

       A su izquierda ve usted una imagen de Oc, el Perro en los kin maya; como sugiero en el título de esta entrada, Oc es el poder del amor. El Perro, muy como su contraparte animal, es lo social: las relaciones interpersonales, el vivir en comunidad, el amor de pareja, de familia; todo eso es el mayor foco de atención para la gente de esta tribu. Justamente por eso, Oc es muy leal; es un grandioso amigo y amante; muy de entregar, de estar ahí, de jugársela por los suyos... los perros viven en manadas. Es su estrategia de supervivencia, y por lo mismo cuidan a la manada y su territorio.

     El problema de Oc está en la espera. Espera muchas cosas: recibir a cambio de su entrega, y se enoja o se siente agredido cuando los que considera de su manada no responden a su entrega como a él le gustaría; en lo amoroso, espera que llegue la persona, la media naranja, el alguien que lo complete. Su aprendizaje, entonces, es aceptarse a sí mismo tal y como es, para sentir en ese acto que es amado justamente por ser como es, que no necesita de alguien más que se lo confirme. Que el infinito lo ama incondicionalmente... sólo desde esa certeza puede Oc (y todos con él, dicho sea de paso) entregar libremente, entregar porque le gusta entregar y no porque espera recibir.

     Desarrollar esa conciencia es un desafío no sólo para la tribu Perro; de hecho, si me siento a escribir sobre Oc es porque veo que su enseñanza es necesaria en estos tiempos. Su sombra está sobre todos nosotros, mismo como la del Guerrero en la entrada anterior. Esto no es culpa de nadie, es sólo lo que nos toca superar a los que vinimos a nacer en este lugar, en este momento, en este mundo.


     Estamos entrenados para pensar que lo que entregamos no regresa, y que por lo tanto debemos ser muy celosos y cuidadosos de a quién le entregamos qué, también porque el otro es rival y competencia. Hasta cierto punto esto está bien: sí debemos aprender a decidir qué entregamos, a quién y por qué, pero para llegar a ese conocimiento hay que practicar. Hay que entregar y ver cómo vuelve esa entrega.

    Es por eso que es importante dejar de lado nuestros miedos y aprehensiones; suspender nuestras expectativas y así aprender a ver cómo se nos devuelve lo entregado. A veces, nuestra forma de atención habitual diría por ejemplo "le entregué amor a esta mujer y ella va y se mete con otro, ¿cómo es eso recibir de vuelta?"; y pues recibió usted una lección importantísima. La próxima vez medirá su entrega y sabrá reconocer cuando la mujer es verdadera y cuando no sabe lo que quiere...

    Lo primero que debemos trascender entonces son nuestras ideas de "bueno" y "malo". No todo lo implacentero es malo y no todo lo placentero es bueno... nada es ni lo uno ni lo otro en realidad, porque todo es lo que es, simplemente, y en algún momento dejará de ser. Todo es impermanente; saber esto, saberlo en el cuerpo, es lo que nos permite sentirnos agradecidos de percibir lo que sea: bueno, malo, bonito, feo, venga como venga. Si ya nos sentimos agradecidos ya estamos en una vibración receptiva hacia el universo, y en esa vibración aprender lo que se nos enseña sale natural y fluido.

   Ahora, me engancho de lo impermanente para volver al principio y hablar un poco de la paternidad. Yo no soy padre; no me tocó ser mujer en esta vida tampoco, así que no sé lo que es llevar a un ser en el vientre y todo eso... pero sí sé que tampoco podemos dejar que ese amor nos desborde. Tampoco podemos dejarnos llevar por la idea de que "lo que salió de mi cuerpo es mío"... nuestro cuerpo tampoco es nuestro; es prestado. No nos lo llevamos con nosotros cuando morimos. Lo mismo pasa con los hijos: no son nuestros, no son nuestra responsabilidad absoluta; son de la vida, y ella se encargará de ponerlos a prueba, de ir mostrándoles su camino.

    Seguro que se enojó un poquito conmigo cuando hablo así desprendidamente de los hijos. Seguro que la idea de que no son su responsabilidad le choca. Y es que en nuestra sociedad se nos ha entrenado para enfocar nuestra atención con terquedad, y así hacernos responsables de cosas que no son nuestra responsabilidad -particularmente los demás y sus actos o intenciones. Se espera entonces que nos hagamos cargo de los hijos, económicamente primero y también amorosamente, educativamente, en fin... de todas las formas.

    Yo no vengo a decirle que abandone a sus hijos en la mitad de la calle porque a quién le importa. Vengo a decirle que les entregue lo que quiere entregar: que si los va a mantener económicamente y de todas las mentes habidas y por haber, que sea porque usted quiere, y no porque "es su deber". Sus hijos no dependen de usted, aunque parezca que sí.

    Si usted se muere, sus hijos encontrarán la manera de sobrevivir, y no hay tragedia en eso; si acaso los abandonara, ellos quedan en manos de su propia voluntad: si es fuerte, y si la vida lo pide, sobrevivirán. Tampoco hay tragedia en eso. Sólo decisiones de las que cada uno debe hacerse cargo. Insisto, no estoy hablando de apatía o desinterés porque el desprendimiento no es ni lo uno ni lo otro, sólo digo que una vida, cualquiera sean sus circunstancias, es un camino, y ningún camino es mejor que otro porque todos terminan en lo mismo y apuntan a lo mismo: todos vamos a morir, y todos estamos aquí para aprender y enseñar.

    Los hijos entonces vienen a enseñarnos todo lo que nos falta por trabajar, por trascender. Vienen a terminar nuestro trabajo, y por eso se dice que "nos eligen" como padres. Pero también vienen a hacer su propio trabajo, a forjar su propio camino, y allí es cuando el desprendimiento de los padres se vuelve tan importante -si bien es cierto que también por eso "nos eligen", que somos parte de su camino, ese camino no es nuestro ni de nadie más que de ellos.

    No se engañe creyendo que ese armar camino comienza a los dieciocho años o cuando sea; el camino comienza desde que la vida comienza: no es casualidad que hayan nacido donde nacieron, en este mundo, aquí y ahora... para el infinito todos los mundos son el mismo mundo; todas las vidas son la misma vida; y así que lo mismo le cuesta que alguien nazca aquí o allá, ahora o en el pasado o en el futuro (¡como si esas cosas existieran!). Así las cosas, nada de eso puede ser casualidad.

     Está bien querer mucho a los hijos. Está bien que lo quieran mucho a uno y permitirse sentirse regocijado por ese amor. Todo eso es muy bonito y bienvenido sea. Sólo deja de estar bien cuando permitimos que nos desborde; cuando, como Oc, creemos que sólo somos completos por nuestra función de padres o por lo que entregamos a nuestros hijos; cuando esperamos cosas de ellos (por ejemplo, que sean todo lo que no fuimos; que cumplan lo que sentimos que no cumplimos y nos tiene frustrados; etc.)... los hijos no son nuestros, son de la vida. Es la vida, la Tierra, y el infinito todos juntos los que piden prestado un vientre para poder dar inicio a otro camino, a otra vida, a otro agente que transmitirá sus aprendimientos a los poderes que nos guían.

     Pero este pedir prestado no es gratuito: el universo nunca toma sin dar a cambio. Cualquiera estará de acuerdo conmigo en que los niños son una maravilla; son una luz en el mundo, un recuerdo permanente y viviente de nuestro origen; su amor puro y transparente nos recuerda la virtud de amar sin esperar nada a cambio... todo eso y más recibimos de los hijos, sean "nuestros" o de otras personas. La gracia es poder ver lo grandioso que es eso para entonces no quedar esperando más; es poder sentirnos completos, porque, ya lo decía, sólo desde ahí podemos practicar el desprendimiento, el entregar libremente como nos entrega el universo a nosotros.

    Quizás todavía no me cree y/o todavía está enojado conmigo. Está bien. Está en su derecho. Pero lo que digo acá es en realidad un mensaje de libertad: libérese, olvídese del deber ser, que de nada sirve. Es importante que lo diga ahora le moleste a quien le moleste, porque a todos se nos ha acabado el tiempo; seguro que lo ha notado usted. Seguro que de un tiempo a esta parte le vienen pasando cosas fuertes y ha tenido que enfrentarse a sus miedos; ha tenido que derrumbar torres de certezas... tampoco eso es casualidad.

    El amor más grande y más incondicional es el que permite al otro ser el que es -el amor desprendido. Ese es el amor que tiene el infinito hacia todos nosotros, y prueba de ello es que somos los que somos: si no se nos amara por ser así, algún impedimento cósmico nos obligaría a ser de otra manera. El hecho de que no haya ninguna suerte de impedimento cósmico para nada ha de ser entendido como un mensaje: vinimos a esta tierra a experimentar corporalmente el amor incondicional, a aumentar esa llama en nuestro interior y entibiar con este fuego los corazones de los demás. Pero tiene que ser un calor tibio; no sirve si nos quema o si quema a los demás, ni siquiera a los hijos, porque entonces sólo hace daño.

Un temita ad-hoc, que además es buenísimo: Ruben Blades - Amor y Control

viernes, 8 de agosto de 2014

Kin Maya y el Guerrero.

Un Kin Maya se define como la combinación de un sello solar más el tono lunar. La base de todo esto son los calendarios mayas: uno solar, midiendo los 365 días que toma a la Tierra dar la vuelta al Sol, y otro lunar, que separaba 20 meses de 13 días cada uno. Los dos calendarios tenían distintas funciones: el solar era relacionado con lo cívico y ciertas festividades religiosas; el lunar, con las cosechas, la caza, la pesca, y hasta el futuro de las personas. Todo esto es conocimiento de los eruditos y no mío; además, pareciera haber al respecto toda suerte de opiniones divergentes, o al menos yo me he topado con varias. Yo no sé lo que es verdad y lo que no, pero lo que aquí escribí se lo leí y creí a la siguiente página:


http://calendariomayaplus.blogspot.com/2010/12/el-calendario-maya.html

Lo importante en todo caso es saber que lo que hoy se lee como "Kin Maya" y lo que yo uso como herramienta de trabajo es una combinación del calendario solar y lunar, esto es, la información de uno y del otro para un determinado día. La Onda Encantada a la que pertenece un kin determinado sería el "mes" de 13 días dentro del cual se sitúa la fecha en cuestión (que sería, por ejemplo, la fecha de su nacimiento), y la posición del kin dentro de esos 13 días es lo que nos indica el "tono". El "sello", por otra parte, es la deidad del calendario solar que regía ese día. Entonces, por ejemplo, si alguien le dice que su kin es Águila Magnética Azul, le está diciendo que para el calendario solar, el día de su nacimiento era regido por el Águila; para el lunar, ese día era el primero del mes, porque Magnético es el primer tono de una Onda Encantada.

De modo que aclarado eso, ahora le cuento de lo que sí sé: Sí sé que para usar estos calendarios los mayas se valían de arquetipos representados como deidades (que en mi opinión son la misma cosa), cada uno con un glifo asociado. La gracia de estos arquetipos es que son imágenes, conceptos abstractos sobre los cuales puede uno proyectar y enfocar su atención para expandir su significado y entender sus mensajes; la otra gracia es que, como son un cierto fluir de la energía, sus significados van más allá de un sólo día o una sola persona. 

Así pues, esta entrada es un poco sobre una de tales deidades: Cib, el Guerrero, que es importante porque está muy presente en estos tiempos: está en la forma en que las personas conducimos nuestras vidas y a nosotros mismos.

La mejor forma de empezar a indagar sobre estos arquetipos es presentarlos como una polaridad: lo que son cuando despiertos, cuando en plenitud, versus lo que son cuando en su sombra. El Guerrero, como yo primero lo aprendí, es la polaridad entre la Ternura y la Indiferencia, respectivamente; hoy, aquí, lo que quiero es transmitirla en otras palabras que me han parecido más adecuadas: la Entrega Absoluta y la Reserva Absoluta.

Cib es el poder de la inteligencia. Es la inteligencia que cuestiona, que quiere ir más allá; la búsqueda de la sabiduría, de la Verdad, y por lo mismo, en su sombra, se encierra en su propia cárcel mental. Se queda en la duda, en el cuestionar; no le permite a nada ser verdad porque ante todo está su duda; no le da lugar a la fé, a lo espiritual, y es imposible llegar a la sabiduría desde esa resistencia. 

El universo, la fuente cósmica, está siempre hablando con nosotros, pero hemos sido entrenados para desestimar lo que aparece como sabiuduría interior y creer sólo en lo palpable, en lo "demostrable"; esto mismo es lo que hace el Guerrero. Se obsesiona con su búsqueda de Verdad y mentaliza todo.

En su luz, sin embargo, Cib es la sabiduría madura, es la conexión con la Fuente; la palabra iluminada, la inteligencia al servicio de la persona y no al revés. Cib es el portador y guardián del fuego que ilumina a las mentes; en su sombra, más que guradián es carcelero, y no lo deja salir. 

Se lo digo en una imagen que me gusta: el Guerrero, en su sombra, tiene la espada frente a él siempre erguida y con el filo hacia afuera. Todo lo que llegue a él es diseccionado, cortado en dos o más pedazos para que así la mente lo pueda conquistar. En su luz, por el contrario, Cib mantiene su espada envainada y recibe todo como llegue, sin ánimos de controlarlo ni entenderlo, si no sólo de experimentarlo. Su espada está ahí por si hiciera falta, pero él sabe mejor que nadie que son muy pocas las veces en que hace falta.

Un Guerrero dormido no deja que nada entre a él, porque aunque jamás lo admitiría, vive presa del miedo: miedo a no entender, a que si no entiende es desconocido, y que si es desconocido cualquier cosa puede pasar, y que si cualquier cosa entonces sufrimiento seguro.

Un Guerrero despierto abraza su miedo y no permite que lo bloquee. Un Guerrero despierto confía en su poder personal, en su intuición, en su voz interna -todos tenemos miedo de lo desconocido, y está bien porque es de temer; el tema es que ese miedo sea una herramienta y no un bloqueo. Que nos sirva y no nosotros a él.

Así pues, ¿cuál es la fundamental diferencia entre la actitud despierta del guerrero y la dormida? ¡La entrega, claro! Cib, cuando dormido, tiene a su espada bloqueando su entrega tanto como su receptividad: lo uno no existe sin lo otro. Cree que cualquier cosa que entregue no volverá jamás y sólo le provocará dolor. Cuando despierto, por el contrario, Cib sabe que todo lo que entregue volverá aumentado, y no le teme a entregar ni a recibir.

Entregar es mucho más de lo que solemos pensar. Por ejemplo, darle a una idea la calidad de verdadera; creer en ella, suspender el recelo y la duda, es entrega. Es entrega porque si creemos en ella de verdad permitimos que influya en nuestras vidas. Del mismo modo, estar abierto a lo que llegue y como llegue es entrega; la humildad, es entrega; el silencio, el suspender las interpretaciones que acostumbramos, es entrega; abandonar viejos patrones que ya no sirven; abrir el corazón; hablar con amor; usar el mundo sólo lo justo y necesario (es decir, con ternura)... todo eso es entrega. Y toda esa entrega conduce a la sabiduría.

Vivimos en tiempos de Guerrero dormido, y justamente siguiendo esa línea es que muchos llegamos a pensar que el haber nacido en este mundo es una broma cruel y despiadada. Yo me sentí así en algún momento. Pero eso está lejos de ser verdad: ¡nacimos en este mundo para despertar! ¡Para desprendernos de las armas -el intelecto siendo la más popular de ellas!

Un despertar auténtico sólo puede ocurrir habiendo un sueño. Salir de los problemas sólo puede ocurrir cuando hay problemas. Si este mundo fuese todo lo que ideamos como "condiciones necesarias para entregar", no habría despertar posible; no habría compromiso con la propia entrega; no habrían condiciones para generar el amor propio, porque ese espacio ya estaría cubierto por el "mundo perfecto". Si mi entrega fuese recibida tal y como espero, siempre, ¿cómo voy a aprender a quererla? Si no hay vacío, ¿cómo me doy cuenta de que lo tengo que llenar?

La luz sólo se aprecia como tal cuando hay contraste; si todo es luz todo es blanco y es nada. Para que nuestra luz brille, entonces, nada mejor que un fondo oscuro.

La analogía prometida!

En la entrada anterior me despedí diciendo que escribiría una analogía de lo que intentaba transmitir. Pues bien, me tomó algunos días más de lo que esperaba, pero ya desde el párrafo que sigue arrancamos y derechito hasta el final:

Los humanos somos al infinito como un dedo chico del pie es a nosotros: somos pequeñitos, y algunos hasta cuestionarían nuestro valor, utilidad, o razón de ser, y dirían que en la siguiente etapa evolutiva no existiríamos... Yo no soy quien para saber si acaso habrán dedos chicos y/o personas en el futuro, pero sé que los hay aquí y ahora y que son, entonces, parte necesaria del organismo mayor aquí y ahora.

Pero volvamos a la analogía: la gracia de los humanos es que tenemos la capacidad de pensarnos a nosotros mismos. Aparte de ser, pensamos en ese ser. Es como si el dedo chico de un momento a otro se descubriese dedo chico y dijese "soy un dedo chico; puedo contraerme o estirarme, moverme así o asá, y todo esto me hace ser lo que soy". 

La desgracia de nosotros los humanos es que justamente porque podemos pensarnos a nosotros mismos nos hemos convencido de que somos individuos, de que somos un algo ajeno y separado a todo lo demás, un observador externo. Es el dedo chico que se deja llevar por su capacidad de saberse dedo chico y se olvida de que es parte de un pie donde hay otros dedos tan dedos como él, y todavía más, un ser humano entero que se yergue por encima.

Esto es una desgracia porque sólo desde la conciencia unificada puede el dedo chico aportar al movimiento del pie. Si se olvida de que es parte del pie y de que hay otros dedos cumpliendo otras funciones, en el mejor de los casos andará siempre a tientas en la oscuridad y haciendo tonterías: causando que el hombre se tropiece, o golpeándose contra los muebles, o cosas de ese tipo. No es para nada bueno el mejor de los casos, pero sigue siendo mejor que el peor.

En el peor de los casos -que es el que prima en la humanidad en estos tiempos-, el dedo decide rebelarse. El dedo rebelde se llena de importancia personal, y dice "soy dedo y porque lo soy y lo sé merezco todo en este mundo. Merezco felicidad garantizada. Merezco no trabajar por lo que quiero. Merezco, reclamo y exijo". Este dedo irá conscientemente en contra del pie. Se expanderá cuando debería contraerse y se recojerá cuando debería expandirse, o se quedará para siempre recojido y apretado, o, en el fondo, cualquier conducta contradictoria al fluir del pie. El dedo está convencido de que puede y debe ganarle al pie, a los otros dedos, y al humano entero.

Pero el dedo olvida que es sólo un dedo. Que sin un pie no es nada. Que, además, de su rebeldía el único que sale lastimado es él, porque, de nuevo, se golpeará contra los muebles, o aterrizará con la uña en lugar del cojincito a la hora de caminar, o generará dolor en sus propios músculos y esqueleto... el pie por mientras sigue avanzando, y el humano con él. Avanzará más lento o menos bien de lo que avanzaría si el dedo cooperara, pero avanzará mismo así. Con su rebeldía, entonces, el dedo sólo consigue hacerse daño y hacer un poco de daño a lo que está a su alrededor y por encima, pero eso es todo. Eventualmente, el dedo morirá y todo su camino de importancia personal se disolverá en la nada como si nunca hubiese existido.

Hay, claro, otra opción para el dedo, que la sugerí por ahí: la cooperación. Si el dedo chico se sabe dedo chico y se dedica a entregar energía a este saberse dedo chico, eventualmente llegará a su conciencia que ser dedo chico es parte de ser pie y que conlleva una función: que ha de expandirse en ciertos momentos y contraerse en otros para ayudar a la pisada. Entenderá que hay otros dedos también realizando esta función, sólo que en otra posición; entenderá que aquellos dedos que reman para el otro lado sólo están todavía pegados en la misma rebeldía que él acaba de abandonar; y entenderá, por último, que no está en sus manos hacer del dedo gordo menos gordo o del anular un poco más largo... que sólo le toca realizar su labor de dedo chico.

Un dedo despierto cumple su función impecablemente, sin flaquear ante lo desconocido, ni ante el dolor, ni la pena. Y no es que un dedo despierto esté hecho de acero, es que está lleno de asombro: para él, poder concebir un pie, otros dedos, y que todo esto se está moviendo, que encima de eso hay un humano con una voluntad que guía el movimiento... es todo tan magnífica y sencillamente asombroso.

A veces el dedo despierto se golpeará también contra los muebles, y le dolerá, pero el dolor le dirá que allí es cuando tendría que haberse contraído en lugar de expandido, y entonces el dedo será feliz y agradecido porque aprendió a realizar mejor su labor. A veces el dedo despierto hará que el humano encima de él de un tropezón, pero rapidamente tomará conciencia de esto y sabrá hacerlo mejor una próxima vez. El dedo despierto no necesita ser victorioso, sino sólo dar la mejor batalla posible.

El dedo despierto no busca escapar de su función ni del fluir del pie o del humano; busca sólo realizar su labor. Y mientras realiza su labor, el dedo despierto se preocupará de dejar salir su espíritu libremente, porque sabe que si lo tiene es para eso, para que salga y sea libre.

lunes, 4 de agosto de 2014

Sobre las luchas y la violencia.

El otro día terminé de ver la cuarta temporada de Game of Thrones. Me costó sentarme y aguantarla, porque hay tanta, pero tanta violencia en esa serie.

Curiosamente, para las primeras temporadas de la serie, yo estaba fascinado, porque tiene todo lo que uno querría: peleas con espadas, sentido del honor, vastos lugares sin construir, y hasta dragones. La violencia no me molestaba. Estaba acostumbrado. 

Pero ahora, para la cuarta, tuve que hacer el esfuerzo de volver a mi indeferencia de antaño. Estuvo bien, porque la convoqué cuando me hizo falta, pero luego la solté nuevamente: ya no me sirve para vivir mi vida.

Lo interesante es que si la serie es tan violenta será en parte porque sus creadores están en esa vibra, pero también porque muchos, como estuve yo, están acostumbrados a, e incluso viciados de, la violencia. No es culpa de la televisión ni de la música metal ni de las drogas; todo eso no hace más que reflejar lo que está adentro. No es culpa de nadie, es sólo miedo; es sólo respuesta emocional al dolor que cargamos como especie.

Hay ejemplos de la violencia en nuestras vidas que andan mejor que cualquier serie de televisión, y aquí es cuando aparece la lucha: estamos acostumbrados a presentar todo como una lucha. Queremos luchar contra la injusticia social, contra el poder, contra la pobreza, contra el narcotráfico... cada quien se busca su Causa, Lucha por ella y en conseguir esa victoria pone su vida y su valor como persona. Hasta los políticos, para ser elegidos, dicen que van a dar la Lucha contra algo.

Pero las Causas son todas vacías, son todas Ego, son todas el deseo de imponer nuestros valores y creencias en el mundo exterior. No importa que tan nobles sean, porque la nobleza la ponemos nosotros; al universo, al alma, la nobleza ni le va ni le viene. Al alma sólo le importa lo que pasa o lo que no.

Esto significa que somos responsables de darle o no al alma lo que quiere. Nuestras razones para ello son nuestras y son las riendas con que controlamos nuestra mente; son el remedio para la ansiedad o las lecciones que aprendemos, pero nada más. No son universales.

La batalla entonces es por ser dueño de uno mismo. Es una batalla que se libra en cada pequeña decisión, porque es ahí donde nuestra voluntad debe mostrarse impecablemente, donde el espíritu debe salir fuera libremente. 

Esa batalla es contra el infinito, porque a ese nivel trabaja el alma; la única "victoria" posible es preocuparse de ser fiel a uno mismo. La cosa entonces debe verse más o menos así: "yo hice todo lo que creo mejor; yo expresé mis deseos, mi buena voluntad, mi amor y armonía en esta pequeña decisión; lo que pase después ya no es cosa mía. Es una enseñanza, y es lo que entrego volviendo a mí; si lo que entrego es bueno, lo que vuelve es bueno". 

Los hombres sólo podemos crear nuestras vidas desde esa humildad, y por eso ella es nuestra responsabilidad como hombres libres. Es nuestro legado. Es la conciencia expandida.

No hay un oponente a derrotar. La vida no es una lucha; es un viaje místico, un paseito que nos damos para mejorar y aportar al infinito.

Rendirse es la verdadera victoria. Todo lo demás es ego.


...en una próxima entrada le hago una analogía a ver si se entiende mejor esta cosa.

sábado, 2 de agosto de 2014

Un poquito sobre la libertad.

Entonces... ¿qué es lo mejorcito que he aprendido? Pues ni modo: la libertad! No hay nada mejor que saberse libre... aunque también es duro trabajo.

Verá usted, la clave para la libertad es hacerse responsable de cada una de nuestras decisiones -por eso la muerte es la mejor consejera: cada decisión que tomemos nos puede llevar a morir, y a ese nivel hay que estar dispuesto a hacerse cargo. En otras palabras, hay que estar dispuesto a jugársela por cada cosa que hagamos, hasta la más pequeñita (decirle o no "hola" a alguien en un ascensor, por ejemplo).

La libertad no tiene que ver con cárceles, ni jefes, ni pega, ni nada externo. La libertad es nuestra condición natural e irrevocable como seres humanos. Todos somos libres; todo cuanto hacemos es una decisión tomada en libertad, porque nadie puede obligarnos a nada. Sólo uno es dueño de uno mismo.

Lo bonito de la libertad es que con esa conciencia comienza la expansión (al menos así fue y es para mí): del aparentemente sencillo paso de hacerse responsable de todo cuanto hacemos pasamos a sabernos responsables de todo cuanto nos sucede, por último porque decidimos cómo tomarnos eso; de allí al ser co-creadores no hay ni un paso; de allí a ser el sueño del infinito tan sólo un saltito, y así...

Eventualmente llegamos a descubrir también que no somos más que polvo en el camino. Esta conclusión es la que más asusta al hombre (y mujer) en estos tiempos: admitirse nada, admitir que no tenemos poder sobre este mundo, que no sabemos nada. El hombre quiere controlar porque cree que sólo así, sólo teniendo las riendas de absolutamente todo, puede asegurarse de que no sufrirá nunca más. Pero el hombre, en eso, está terriblemente equivocado: las lecciones de humildad, cuando nos rehusamos a aprenderlas, son las que más duelen.


Además, lo de ser nada, cuando se acepta y se entiende, cuando se baja la espada, es la mejor de las conclusiones. Lo es porque derrumba todas las certezas, toda fuente de auto exigencia, toda tristeza... todo es polvo y todo es camino, nada más ni nada menos. Y lo lindo es que tenemos la oportunidad de ser polvo que se sabe polvo y se vive polvo plenamente, con corazón, con alegría... con asombro, mucho asombro.

Un poquito sobre dar y recibir.


En el curso de vipassana, practicando anapana, me di cuenta de que inspirar es un acto tremendamente posesivo. Es difícil transmitir la sensación; no sé si posesivo sea la palabra; pero sentí, al inspirar y enfocar mi atención en eso, que estaba tomando del infinito lo que quiero y necesito. Llego, lo tomo y lo uso, sin pedir permiso ni disculpas: aire para mí, ahora, sí, gracias.

Y es que así es la cosa con el infinito, con este mundo. Nosotros tomamos no más, porque todo está ahí dispuesto para eso. Cada cosa que nos comemos es una vida o vida en potencia que tomamos, y aunque no lo fuera, es energía que reclamamos como propia, que reclamamos para servir nuestros propósitos...

Pero no hay que espantarse ni sentirse culpable ni nada. El mundo está ahí para ser usado. Nos pide que lo hagamos. El abuso es otro tema, y no me voy a meter en eso; el punto acá es que el mundo da, entrega, libremente, abiertamente, sin prejuicios, sin reparos, sin preguntas.

La cosa se equilibra al expirar: devolvemos lo que no usamos, para lo que sea que sirva. Entonces el infinito recibe; y en eso hay una analogía a lo que son nuestras vidas: si tomamos lo que se nos da, y a cambio entregamos lo que no usamos, y si encima hacemos algo bueno con lo que sí usamos... algo se completa. Como respirar, que sólo se completa inspirando y expirando.

Dar y recibir es así. Hoy yo recibo, mañana entrego; todo lo que reciba me hará tener más que entregar y querer entregar más; todo lo que entregue volverá a mí de un modo u otro aumentado y será más que recibo para luego seguir entregando. Algo se completa ahí; es una sensación muy linda.

Entonces por ejemplo, yo doy masajes a precio de dhamma, y a veces no recibo un peso -pero la persona invirtió sus energías en moverse hasta mi casa. Vivo bien a tras mano, de modo que la inversión no es menor; yo esa inversión la considero a la hora de hacerle un masaje a la persona, y entonces entrego sanación porque me enfoco en eso. Después quizás la persona quiere hacer algo por mí para completar el círculo, y entonces me hace propaganda, o me paga quinientos pesos, o cualquier cosa que esté a su alcance...

En esto tenemos que ser como el infinito: dar abiertamente, con la confianza de que regresará. ¿Y por qué tenemos que ser así? Pues porque en esa práctica algo se completa. Empiezo a sonar majadero, lo sé, pero es que no hay otra forma de decirlo. Algo se completa. Algo cruje. Algún engranaje universal se echa a andar...

...confiando entonces que ya usted me cree y está dispuesto a trabajar por ser feliz; a amar, entregar, ser amado y recibir en libertad (sin culpas ni obstáculos); a echar a andar el engranaje universal... en la próxima entrada le cuento lo mejorcito que he aprendido -que es consecuencia de todo esto- y con eso me despido por hoy.

Un poquito sobre las personas demandantes.

Hay muchas facetas de personas demandantes, porque las demandas dependerán de la relación que se tenga con la persona. Puede ser, entonces, padres que demandan excelencia académica, o amigos que demandan consejo, o hijos que demandan atención, o novias o pretendientes que demandan también atención y/o formas específicas de demostrar cariño; o incluso novios que demandan desatención, distancia... y por supuesto que la separación entre hombre y mujer acá es una generalización, que bien puede darse al revés: el hombre que pide muestras de cariño "auténtico" y la mujer que pide distancia.

Ahora bien, toda forma de demanda es en realidad una sola: energía. Se le demanda al otro, explícita o implícitamente, que invierta energía en uno; y a veces no basta con eso, si no que tiene además que ser tal cantidad de energía con tal forma concreta.

El cuento con eso es que la persona demandante lo es porque no se quiere a sí misma. Mientras más "mañas" tenga, mientras más trabas ponga para dejarse querer, tanto menos se quiere a sí misma. Es ese vacío el que intenta llenar, y nunca lo logrará mientras siga buscándolo en los demás, porque ese vacío sólo lo puede llenar uno mismo. Sólo uno puede valorarse, por último porque mientras uno no lo haga nada de lo que hagan los demás servirá: ¿de qué sirve que me entreguen amor si apenas me quedo solo o apenas me hablo a mi mismo me entrego odio, agresividad o rencor?

La exigencia hacia los demás es en realidad exigencia de uno mismo para uno mismo, son trabas que se pone uno para quererse a uno. No es culpa de nadie, pues hasta nos entrenan para pensar así -para exigirnos y para medir nuestro valor conforme a lo que tenemos o lo que nos entregan-, pero es responsabilidad de cada uno darse cuenta y salir de esos patrones.

Una persona que se quiere a sí misma no necesita que nadie le demuestre nada para sentirse querida -evidentemente, si ya se siente querida! Se quiere a sí misma!

No espere que los demás superen sus pruebas o hagan las cosas a su pinta para abrirse a que le quieran. Es mejor amar libremente y en la misma libertad dejarse amar. El corazón nunca sale realmente lastimado de la experiencia, sólo el orgullo y el ego, que se lastiman precisamente para enseñarnos a soltarlos.

El dolor es nuestro mejor maestro como la muerte es nuestra mejor consejera.

...para la próxima, un poquito sobre dar y recibir.

Un poquito sobre la felicidad.

Porque lo prometido es deuda, le cuento un poquito acerca de la felicidad: there are no happiness pills as there are no happy endings. No hay pastillas para la felicidad como no hay finales felices.

La felicidad no es una cosa que se logre de repente y ya está. El hombre o mujer feliz no deja de dolerle la muerte de un ser querido, ni deja de afectarle la situación de medio oriente, ni ninguna de esas cosas. Felicidad no es apatía. La felicidad es duro trabajo.

Y es que para ser felices debemos no identificarnos con nada, especialmente no con nuestros sentimientos. Están ahí, pero no son yo; yo estoy más acá; sólo desde esa conciencia podemos ver lo bueno y lo malo como un pasar, nada más que un pasar. Tener la posibilidad de experimentar ese pasar, de ser energía autoconciente... es asombrosísimo. Se es feliz cuando podemos estar agradecidos de ese simple hecho y vivir la vida desde allí.

No hay finales felices. Sólo hay finales. La felicidad la ponemos nosotros, y sin embargo no nos pertenece.

En la próxima entrada, sobre las personas demandantes.

Un poquito sobre vivir y morir.

Saber vivir es saber morir. La belleza de la vida sólo aparece en todo su colorido cuando aceptamos en el cuerpo (más allá de lo intelectual) su realidad efímera. 

Para poder apreciar la maravilla del momento hay que saber que dejará de ser. Sólo entonces es un momento. 

El infinito se manifiesta en el cambio perpetuo. 

En la próxima entrada le cuento un poquito acerca de la felicidad.

miércoles, 30 de julio de 2014

Terapias en algunas menos líneas...

Otro tiempecito después del de la entrada encima de ésta, decidí hacer este mi blog con estos mis objetivos que le cuento en "Bienvenido!". Se hizo necesario porque varias personas andaban pesquisando, preguntando, acerca de mis terapias, y yo no tenía nada que enviarles; las primeras fueron las compañeritas de oficina de mi madre querida, que tuvo la amabilidad de comentarles por ahí acerca de mi trabajo. A ellas, primeramente, les re-envié el mail de Espacio Manik a sus seguidores que puede usted encontrar en la entrada anterior junto con la imágen que acompaña a Bienevenido!.

Lo bueno de eso es que la imagen dice más que mil palabras, y que, por si no fuera el caso, el texto que acompañaba por ahí llega a las mil palabras -no lo sé con certeza, pero es posible. Lo malo es que hay gente que no quiere leer mil palabras, pero tampoco le basta con un par de líneas y una imagen, por maravillosa que sea la imagen. Entonces les envié otro correo, con más o menos la misma información, pero un poco más cortito. Como también me gustó y también cumple su cometido, también lo posteo acá por si acaso usted es de los que funcionan con menos de mil palabras y más de dos líneas. Ah, y por si no viene de la entrada anterior a ésta, ¡nótese que los colores de los títulos no son casualidad (pregunte en los comentarios si quedó intrigado/a)!



Masajes de Relajación y/o Masajes Thai:

La intención de un masaje siempre es relajar y descontracturar, pero los Masajes de Relajación están más orientados a lo primero y los Thai a lo segundo. Cualquiera de los dos proporciona beneficios en ambos aspectos, es sólo que los masajes Thai suelen ser más intensos para la persona recibiendo el masaje.

Los de Relajación son como lo que cabe esperar de un spa o centro de ese tipo: se busca relajar los músculos y reactivar circulación y sistema linfático para ayudar a mover energía estancada.

Los masajes Thai trabajan sobre líneas del cuerpo. Estas líneas no son visibles, no son una "parte" del cuerpo; son más bien canales enegéticos. Se los presiona también buscando reactivar el flujo de energía, y como se encuentran entre medio de los músculos, también éstos se relajan y reactivan.


Kin Maya (Lectura de Onda Encantada):

Los Kin Maya son algo así como el signo zodiacal; la Onda Encantada algo así como la Carta Astral. "Kin"​ en el idioma Maya antiguo significa "día"; "tu kin" se refiere al día en que usted nació. La Onda Encantada son la serie de trece días alrededor de los cuales está el de su nacimiento; quizás nació usted en el día seis de una cuenta de trece, o en el trece, o en el uno. Todo eso es información acerca de su particular configuración energética.

La base de los kin maya es el Tzolkin, que es un calendario Maya (la combinación de dos calendarios en realidad, uno solar y uno lunar) que se ha traído y adaptado a la actualidad. De hecho, varios sitios web siguen la cuenta de los días conforme a este calendario, haciendo día a día el correlato entre nuestra fecha gregoriana y el día del Tzolkin correspondiente, junto con una descripción de lo que significa la combinación sello y tono para el día en cuestión.

Es difícil si no imposible hablar así de pasadita no más sobre este aspecto de los kin maya, porque es producto de toda una cosmovisión diferente. De modo que, por acotarlo a lo terapéutico, baste decir que el Kin es la combinación de un símbolo y un orden, que juntos me dicen acerca de su persona. Junto con la Onda Encantada, se sitúa eso en un contexto, en un camino, donde aparecen desafíos a superar y herramientas que se nos han sido dadas para lograr esa superación.

La Lectura de la Onda Encantada como servicio que ofrezco consiste en conversar con la persona, saber qué la llevaría a buscar terapia, evidentemente aconsejar o ayudar en lo que pueda, y luego basándome en eso escribir la Lectura en un archivo que envío a la persona. Entiendo que es medio difícil imaginar esto; si sirve, entonces, piense en una lectura del Tarot o en un sacarse la suerte que se entrega por escrito.


Esencias Chamánicas:

Las Esencias son remedio para el alma. Pasa que aunque no nos demos cuenta, cargamos con las heridas de generaciones para atrás -algunas como "información" que se nos traspasó al estar en el útero de la madre o ella en el de la suya; otras que se traspasaron a través de la crianza y la visión de mundo que se nos entregó desde niños, etc. Estas heridas condicionan nuestros actos, nuestra forma de pensarnos a nosotros mismos y nuestra realidad cotidiana... condicionan nuestra vida.

El resultado es que, por ejemplo, una persona crece con rabia en su interior y se desquita con cualquier tontera, siempre viendo el lado malo de las cosas. Detrás de esa rabia hay un niño o niña herido(a), que al no poder ver sus heridas no puede salir de ese patrón y sigue tropezando una y mil veces con la misma piedra, y muchas veces sus tropezones repercuten en los demás, quizás generando un ambiente laboral tenso o desagradable.

No está en manos de uno cambiar a los demás. Pero uno sí puede cambiarse a uno mismo, y el impacto de ese cambio es gigantesco. Nada influye tanto en otro como ver a una persona libre, contenta y feliz a pesar de todo cuanto suceda a su alrededor -que no quiere decir que no lo perciba, porque como escribí por ahí alguna vez, felicidad no es apatía. Lo que quiere decir es que una persona feliz no se deja abatir por nada ni por nadie, porque su felicidad le importa mucho más.

La clave para ser feliz, entonces, es poder ver las heridas con las que cargamos que nos pesan en la espalda. Una vez que la mochila se aliviana, el alma asciende por inercia y la felicidad empieza a manifestarse solita y a paso cierto.

Justamente ese es el trabajo al que apuntan las Esencias Chamánicas: mostrarnos nuestras heridas. Estas esencias son como Flores de Bach, pero elaboradas a partir de plantas de poder -las que conocemos como plantas alucinógenas. La gracia de estas Esencias es que contienen el poder sanador de estas plantas sin tener ni una pizca de lo alucinógeno, pues son sólo remedios vibracionales: contienen la vibración de la planta, "memorizada" en el agua, no los componentes químicos.

La felicidad es como la libertad: nuestra condición irrevocable, nuestro legado como seres humanos. Nuestras cárceles e impedimentos para la una o la otra son de nuestra propia creación, y se sostienen sólo porque vivimos con miedo y pesares. Esos miedos y pesares no son más que la respuesta emocional a heridas muy antiguas que no supimos cómo enfrentar en su momento. Pero si hoy, ahora, a usted le resuena algo de todo esto, ha de ser porque hoy y ahora tiene las herramientas y el conocimiento para enfrentarse a esas heridas... estas Esencias son una ayudita, un vientecito bajo las alas.

Terapias en unas cuantas líneas...

Hace algún tiempecito, mi amiga Andre me solicitó que escribiera un poco acerca de mis terapias para poder enviarles esta información a los contactos de Espacio Manik, donde se ofrecen, además de mis terapias, varias otras, y clases de yoga y canto y música.

Este fue el texto que le envié, salvo lo de los masajes Thai que en ese entonces no lo había aprendido todavía. El cuento es que me parece que quedó bonito y bastante descriptivo. Cumple su cometido y entonces tiene su lugar en este mi blog de chamán urbano.

Por cierto: nótese los colores en los títulos (que quizás ya los había visto en la otra entrada de título similar); ¡no son casualidad!


Masajes de Relajación y/o Masajes Thai

Los masajes de relajación son los mismos que cabría esperar de un spa o centro, pero siempre con la intención de relacionar posibles dolores a asuntos emocionales o espirituales.

En general, a la hora de hacer la ficha de un paciente se consideran condiciones laborales, como si está mucho de pie o todo el día sentado; o condiciones físicas, sean enfermedades o hábitos deportivos, dolores en general; o, en el fondo, condiciones físicas que puedan haber generado los síntomas que llevan a la persona a buscar un masaje. Eso está muy bien porque no sirve de nada soltar los músculos si al siguiente día la persona volverá a sobre exigirlos, pero muchas veces (quizás siempre) las condiciones físicas no son sino un reflejo, es decir, la forma que tiene el cuerpo de mostrarnos una herida emocional que reclama ser atendida; de modo que trabajar sobre los síntomas corporales puede ayudar a tomar conciencia de estas heridas y empezar a trabajar sobre ellas.

Dicho de otro modo, así como un dolor de espalda no se soluciona mientras no se solucione la mala postura, ésta no se solucionará mientras no se atienda la herida que la provoca, que puede ser, por ejemplo, inseguridad, baja autoestima, sentirse desvalido; o quizás vergüenza, que lleva a reprimirse; o culparse mucho y vivir en el pasado intentando "enmendar errores"... dependerá de dónde en la espalda sea el dolor, pero también de cada persona, porque la experiencia del dolor es personal y distintas configuraciones energéticas pueden engendrar dolores similares en el cuerpo según cómo escojan lidiar con una herida u otra.

Los masajes Thai son una ciencia que vengo recién conociendo, y por lo mismo no tengo mucho que decir al respecto. Mas por no dejar el vacío absoluto, le cuento que trabajan sobre líneas o canales energéticos del cuerpo: la intención es por un lado alinear la energía y por otro eliminar o relajar obstrucciones en estos canales, que son las que finalmente provocan tensiones en los músculos. De más está decir que la formación de estas obstrucciones o desalineaciones está directamente relacionada con las heridas emocionales y patrones de conducta; trabajar el cuerpo es trabajar la mente y el alma. Son todas la misma cosa. La existencia separada es una ilusión.



Kin Maya

Justamente porque es todo una cuestión de atención, conciencia y disciplina mental, es que trabajo con los kin maya: funcionan como la carta astral, en cuanto a que nos sitúan
dentro de una matriz energética que tiene propósito y sentido. Hacen esto a través de arquetipos; por ejemplo, su kin puede ser Tormenta Azul Lunar, que ya es información sobre una predisposición suya -a una forma de hacer las cosas, de percibir, de funcionar-, pues la Tormenta como arquetipo representa ciertas cosas; pero está también inscrito en la Onda Encantada del Espejo Blanco, que es otro arquetipo, hablándonos ahora de la intencionalidad de toda la Onda Encantada. Esta Onda Encantada es la matriz energética de la que hablaba.

Concretizando el ejemplo pues: la Tormenta Azul es movimiento, es la fuerza que viene a mover el piso, a provocar lo que se tiene que provocar para que las cosas salgan a luz; es catalizador del cambio, es el borrón antes de la cuenta nueva. Su maestría es mantenerse en movimiento, avanzando, haciendo cosas; pero para eso debe aprender a no temerle a su propia fuerza y saberla dirigir.

Ahora, Tormenta Azul es el sello; Lunar es el tono, el que dice cómo en su vida se manifiesta la energía del sello. En este caso (Lunar), se trata del tono dos, el del desafío, y eso dice que la Tormenta, el movimiento, es su desafío. Pero este desafío cumple una función en la matriz, desafía por algo, para algo -las claves de ese algo estarán en la descripción del Espejo Blanco y los demás sellos que conforman la Onda Encantada.

Lo que todo esto significa es que, disponiendo de información acerca de nuestro kin y nuestra Onda Encantada, disponemos de herramientas para encausar todo cuanto nos acontezca, en lo emocional o en lo concreto. Encausar es básicamente entregar a algo mayor: esto que me pasa, por malo o terrible que sea, está aquí para algo, para ayudarme en mi propósito -que no es otro que ser uno mismo, libremente-, y si ayuda pues no es tan malo. Poder ver las cosas de este modo nos permite sanar del dolor.


Esencias de México Antiguo

Mas algunas heridas simplemente no están en la conciencia; son parte de nuestra disposición energética, pero no las podemos ver ni acercarnos a ellas porque no nos sucedieron a nosotros: las recibimos a través del vientre materno, o a través de la convivencia diaria con nuestros padres -las heridas traspasan generaciones, porque determinan cómo vemos el mundo, y esa visión determina todo: la forma de entregar amor que escogemos, o la forma de enseñar a nuestros hijos, o las actitudes que percibimos como necesarias; en fin, todo.

La única forma de ver y trascender estas heridas generacionales es salirnos de nuestra vibración habitual y entonces, como "desde afuera", dirigir nuestra atención a ellas. Hay varios métodos que pretenden conseguir esto: meditar, o la práctica de yoga, o terapias energéticas varias; todas apuntan al mismo truco: detener el diálogo interno. Sin embargo,
algunas veces el diálogo lleva tanto tiempo con nosotros que ni percibimos que está ahí, y en estos casos quizás la única forma de cambiar de vibración sea darle una buena sacudida a nuestra percepción de mundo; forzarnos a percibir diferente para poder generar distancia de nuestros patrones habituales y, desde esa distancia, reconocerlos. Para este efecto los chamanes han aprendido a usar la ayuda de las plantas de poder, o plantas alucinógenas.

Pero estas plantas o sustancias hoy por hoy no son muy bien vistas, al menos no en nuestras
sociedades modernas, porque se las asocia a adicción, a daño, a "escapes de la realidad"; en resumen, a cualquier cosa menos sanación. Es por eso que el Dr. Luis Solana y Sentíes, con la ayuda de chamanes mexicanos, creó el sistema de terapia floral Esencias del México Antiguo, que recogen la vibración de plantas de poder como el Peyote, las Datura, la Amanita, pero sin los efectos alucinógenos -son esencias basadas en agua, como las flores de Bach. Lo que consiguen, entonces, es justamente sacarnos de nuestra vibración, mostrarnos nuestras heridas inconscientes o transgeneracionales, pero sin la sacudida propia de las sustancias alucinógenas -sin el viaje.

Ahora bien, como las heridas y el dolor son personales, y como son parte de lo que cada persona tiene que superar para encontrar su libertad de conciencia, el proceso de sanar es muy personal.

Todos podemos sanarnos a nosotros mismos, y, de hecho, debemos sanarnos a nosotros mismos; no sirve de nada que alguien más lo haga por uno porque el alma aprende a través de actos. Mi labor como terapeuta entonces es, primero, despertar en la persona la fe de que puede sanar todas sus heridas, y segundo, expandir la conciencia que tiene de sí misma y lo que le acontezca para poder usar todo esto como trampolines en el salto hacia la paz y la armonía.Consigo esto guiando el diálogo interno del paciente, proponiendo interpretaciones que encuadren sus síntomas.

Los masajes, los kin maya, las Esencias del México Antiguo y mi trabajo como guía se prestan como herramientas terapéuticas holísticas e integrales: cada una por sí misma tiene su función, pero en conjunto forman un todo que es más que la suma de sus partes.