Otro sello al que conviene tenerle ojo en estos tiempos es Eb, el Humano, sello 12. Ahorita que cambio de párrafo le cuento un poco más.
Eb es la conciencia, la capacidad de pensarse a uno mismo, de armar relatos a partir de todo cuanto nos sucede. En su sombra, Eb se sobre-identifica con estos relatos y le es imposible trascenderlos; no aprende de lo que le sucede, no escucha consejos de los demás, lucha por imponer su voluntad, se convence de que es él sólo contra el mundo y de que todo cuanto ha conseguido es su propio hacer y mérito. La sombra del Humano, en resumen, es la importancia personal.
Por el contrario, cuando Eb está despierto, es receptáculo de la sabiduría cósmica, y se siente igual a todos los demás porque mide a las personas conforme a su distancia del infinito -todos estamos igual de cerca, y justamente por eso, somos, de hecho, todos iguales. Algunos sólo estamos más concientes de ello.
Digámoslo así: el humano dormido no conoce su misión en este mundo, aconseja a otros pero no sabe qué hacer con su vida; despierto, guía a los demás, ayudándolos a madurar y crecer. El humano dormido es terco, cerrado y orgulloso; despierto, es receptivo, atento, solidario; dormido, sobrevalora lo intelectual o bien lo subvalora, se subvalora a sí mismo en esa área; despierto, su intelecto es tan sólo una herramienta más al servicio de su voluntad... Eb, cuando dormido, es un poco el cógito ergo sum exacerbado: es sus pensamientos y sus relatos, y tiene miedo de soltarlos porque siente que dejará de ser junto con ellos. Despierto, sin embargo, es una segunda lectura del mismo cógito ergo sum: percibo, soy conciente de cosas, sean las que sean, luego, existo. Lo interesante acá es que una de las cosas de las que se es conciente son los propios relatos, y entonces, ¿qué son sino tan sólo otra cosa que percibir? ¿Qué sentido tiene apegarse a ellos, y darles el poder de forjar nuestras vidas?
En estos tiempos, estamos todos llenos de importancia personal. Se nos enseña a percibir así las cosas, sobre todo desde las relaciones sociales: la gente "nos hace" algo (daño, sufrir, feliz, infeliz, sonreír, etc.), y detrás de ese algo hay una intención dirigida específicamente a nosotros; por eso, nos ofendemos si no van a vernos para el cumpleaños o si nos hacen esperar o si lo que sea. También, en el otro lado del espectro, puede que idealizemos a personas que nos hacen felices, o que nos hacen reír, o que tienen algo que admiramos; sea como sea, acostumbramos hacer de todo un asunto personal.
El problema con ese modo de atención es que pone el poder en los demás. Los otros siempre tienen la capacidad de influir sobre nosotros, y entonces tenemos que estar siempre pidiendo que no nos ofendan o esperando que no lo hagan porque hay una relación de cariño entre medio. Pero ni los otros tienen porqué atender nuestros pedidos ni nuestras expectativas tienen porqué cumplirse; lo mejor entonces es recojer ese poder que ponemos en los demás y utilizarlo nosotros -mal que mal, ¡para eso está!
De modo que: no es que otro nos haga sufrir, o nos haga felices, es que nosotros sufrimos o somos felices. La conciencia que percibe no es sólo pasiva, no es meramente un observador; es una conciencia que decide, y allí está la libertad -justamente, Eb es portador de la libertad, la que nace del amor propio, porque desde allí aprendemos a darle espacio y respeto a nuestros pensamientos, a nuestros deseos, a nuestros sueños.
Por supuesto, esto no significa que nada de lo que nadie haga nos molestará jamás o nos hará reír jamás. En el fondo, las personas somos un conglomerado de vibraciones, y todo lo que expresemos es una vibración. Así, como bolitas chocando, cualquier vibración reaccionará de algún modo a la presencia de otra vibración, como cualquier nota musical suena diferente en presencia de otra nota -el mismo acto de percibir es una reacción. El tema está pues en no sobre reaccionar, y eso sí es nuestra decisión. Es decisión de cada uno qué hacer con la vibración ajena y su efecto sobre la nuestra: si armonizar, si chocar, si esquivar, si qué.
La armonización es, creo yo, la mejor de las opciones. Sin embargo, a veces hay que saber chocar o esquivar o redirigir para poder llegar a la armonía, y por eso lo importante no es que seamos armónicos si no que queramos serlo. Que sea ese nuestro objetivo, el foco de la voluntad; lo demás llega por sí sólo, si se mantiene una mente receptiva -y eso es lo más importante: mente receptiva. La ausencia de ella es la gran sombra de Eb y lo que nos tiene como nos tiene.
Hoy por hoy la sociedad dice que hay que enfocarse en lo activo -en crear, en hacer, en dejar huella, en ganar, en dominar. No hay maldad en eso, sólo herencia y miedo, pero lo cierto es que la mente despierta (que es nuestro legado y misión como seres humanos) es una mezcla de las dos cosas, lo activo y lo receptivo.
La forma más potente de "activo" es la felicidad decidida.
La forma más potente de "receptivo" es la humildad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario