Un Kin Maya se define como la combinación de un sello solar más el tono lunar. La base de todo esto son los calendarios mayas: uno solar, midiendo los 365 días que toma a la Tierra dar la vuelta al Sol, y otro lunar, que separaba 20 meses de 13 días cada uno. Los dos calendarios tenían distintas funciones: el solar era relacionado con lo cívico y ciertas festividades religiosas; el lunar, con las cosechas, la caza, la pesca, y hasta el futuro de las personas. Todo esto es conocimiento de los eruditos y no mío; además, pareciera haber al respecto toda suerte de opiniones divergentes, o al menos yo me he topado con varias. Yo no sé lo que es verdad y lo que no, pero lo que aquí escribí se lo leí y creí a la siguiente página:
http://calendariomayaplus.blogspot.com/2010/12/el-calendario-maya.html
Lo importante en todo caso es saber que lo que hoy se lee como "Kin Maya" y lo que yo uso como herramienta de trabajo es una combinación del calendario solar y lunar, esto es, la información de uno y del otro para un determinado día. La Onda Encantada a la que pertenece un kin determinado sería el "mes" de 13 días dentro del cual se sitúa la fecha en cuestión (que sería, por ejemplo, la fecha de su nacimiento), y la posición del kin dentro de esos 13 días es lo que nos indica el "tono". El "sello", por otra parte, es la deidad del calendario solar que regía ese día. Entonces, por ejemplo, si alguien le dice que su kin es Águila Magnética Azul, le está diciendo que para el calendario solar, el día de su nacimiento era regido por el Águila; para el lunar, ese día era el primero del mes, porque Magnético es el primer tono de una Onda Encantada.
De modo que aclarado eso, ahora le cuento de lo que sí sé: Sí sé que para usar estos calendarios los mayas se valían de arquetipos representados como deidades (que en mi opinión son la misma cosa), cada uno con un glifo asociado. La gracia de estos arquetipos es que son imágenes, conceptos abstractos sobre los cuales puede uno proyectar y enfocar su atención para expandir su significado y entender sus mensajes; la otra gracia es que, como son un cierto fluir de la energía, sus significados van más allá de un sólo día o una sola persona.
Así pues, esta entrada es un poco sobre una de tales deidades: Cib, el Guerrero, que es importante porque está muy presente en estos tiempos: está en la forma en que las personas conducimos nuestras vidas y a nosotros mismos.
La mejor forma de empezar a indagar sobre estos arquetipos es presentarlos como una polaridad: lo que son cuando despiertos, cuando en plenitud, versus lo que son cuando en su sombra. El Guerrero, como yo primero lo aprendí, es la polaridad entre la Ternura y la Indiferencia, respectivamente; hoy, aquí, lo que quiero es transmitirla en otras palabras que me han parecido más adecuadas: la Entrega Absoluta y la Reserva Absoluta.
Cib es el poder de la inteligencia. Es la inteligencia que cuestiona, que quiere ir más allá; la búsqueda de la sabiduría, de la Verdad, y por lo mismo, en su sombra, se encierra en su propia cárcel mental. Se queda en la duda, en el cuestionar; no le permite a nada ser verdad porque ante todo está su duda; no le da lugar a la fé, a lo espiritual, y es imposible llegar a la sabiduría desde esa resistencia.
El universo, la fuente cósmica, está siempre hablando con nosotros, pero hemos sido entrenados para desestimar lo que aparece como sabiuduría interior y creer sólo en lo palpable, en lo "demostrable"; esto mismo es lo que hace el Guerrero. Se obsesiona con su búsqueda de Verdad y mentaliza todo.
En su luz, sin embargo, Cib es la sabiduría madura, es la conexión con la Fuente; la palabra iluminada, la inteligencia al servicio de la persona y no al revés. Cib es el portador y guardián del fuego que ilumina a las mentes; en su sombra, más que guradián es carcelero, y no lo deja salir.
Se lo digo en una imagen que me gusta: el Guerrero, en su sombra, tiene la espada frente a él siempre erguida y con el filo hacia afuera. Todo lo que llegue a él es diseccionado, cortado en dos o más pedazos para que así la mente lo pueda conquistar. En su luz, por el contrario, Cib mantiene su espada envainada y recibe todo como llegue, sin ánimos de controlarlo ni entenderlo, si no sólo de experimentarlo. Su espada está ahí por si hiciera falta, pero él sabe mejor que nadie que son muy pocas las veces en que hace falta.
Un Guerrero dormido no deja que nada entre a él, porque aunque jamás lo admitiría, vive presa del miedo: miedo a no entender, a que si no entiende es desconocido, y que si es desconocido cualquier cosa puede pasar, y que si cualquier cosa entonces sufrimiento seguro.
Un Guerrero despierto abraza su miedo y no permite que lo bloquee. Un Guerrero despierto confía en su poder personal, en su intuición, en su voz interna -todos tenemos miedo de lo desconocido, y está bien porque es de temer; el tema es que ese miedo sea una herramienta y no un bloqueo. Que nos sirva y no nosotros a él.
Así pues, ¿cuál es la fundamental diferencia entre la actitud despierta del guerrero y la dormida? ¡La entrega, claro! Cib, cuando dormido, tiene a su espada bloqueando su entrega tanto como su receptividad: lo uno no existe sin lo otro. Cree que cualquier cosa que entregue no volverá jamás y sólo le provocará dolor. Cuando despierto, por el contrario, Cib sabe que todo lo que entregue volverá aumentado, y no le teme a entregar ni a recibir.
Entregar es mucho más de lo que solemos pensar. Por ejemplo, darle a una idea la calidad de verdadera; creer en ella, suspender el recelo y la duda, es entrega. Es entrega porque si creemos en ella de verdad permitimos que influya en nuestras vidas. Del mismo modo, estar abierto a lo que llegue y como llegue es entrega; la humildad, es entrega; el silencio, el suspender las interpretaciones que acostumbramos, es entrega; abandonar viejos patrones que ya no sirven; abrir el corazón; hablar con amor; usar el mundo sólo lo justo y necesario (es decir, con ternura)... todo eso es entrega. Y toda esa entrega conduce a la sabiduría.
Vivimos en tiempos de Guerrero dormido, y justamente siguiendo esa línea es que muchos llegamos a pensar que el haber nacido en este mundo es una broma cruel y despiadada. Yo me sentí así en algún momento. Pero eso está lejos de ser verdad: ¡nacimos en este mundo para despertar! ¡Para desprendernos de las armas -el intelecto siendo la más popular de ellas!
Un despertar auténtico sólo puede ocurrir habiendo un sueño. Salir de los problemas sólo puede ocurrir cuando hay problemas. Si este mundo fuese todo lo que ideamos como "condiciones necesarias para entregar", no habría despertar posible; no habría compromiso con la propia entrega; no habrían condiciones para generar el amor propio, porque ese espacio ya estaría cubierto por el "mundo perfecto". Si mi entrega fuese recibida tal y como espero, siempre, ¿cómo voy a aprender a quererla? Si no hay vacío, ¿cómo me doy cuenta de que lo tengo que llenar?
La luz sólo se aprecia como tal cuando hay contraste; si todo es luz todo es blanco y es nada. Para que nuestra luz brille, entonces, nada mejor que un fondo oscuro.
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viernes, 8 de agosto de 2014
Kin Maya y el Guerrero.
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