En el curso de vipassana, practicando anapana, me di cuenta de que inspirar es un acto tremendamente posesivo. Es difícil transmitir la sensación; no sé si posesivo sea la palabra; pero sentí, al inspirar y enfocar mi atención en eso, que estaba tomando del infinito lo que quiero y necesito. Llego, lo tomo y lo uso, sin pedir permiso ni disculpas: aire para mí, ahora, sí, gracias.
Y es que así es la cosa con el infinito, con este mundo. Nosotros tomamos no más, porque todo está ahí dispuesto para eso. Cada cosa que nos comemos es una vida o vida en potencia que tomamos, y aunque no lo fuera, es energía que reclamamos como propia, que reclamamos para servir nuestros propósitos...
Pero no hay que espantarse ni sentirse culpable ni nada. El mundo está ahí para ser usado. Nos pide que lo hagamos. El abuso es otro tema, y no me voy a meter en eso; el punto acá es que el mundo da, entrega, libremente, abiertamente, sin prejuicios, sin reparos, sin preguntas.
La cosa se equilibra al expirar: devolvemos lo que no usamos, para lo que sea que sirva. Entonces el infinito recibe; y en eso hay una analogía a lo que son nuestras vidas: si tomamos lo que se nos da, y a cambio entregamos lo que no usamos, y si encima hacemos algo bueno con lo que sí usamos... algo se completa. Como respirar, que sólo se completa inspirando y expirando.
Dar y recibir es así. Hoy yo recibo, mañana entrego; todo lo que reciba me hará tener más que entregar y querer entregar más; todo lo que entregue volverá a mí de un modo u otro aumentado y será más que recibo para luego seguir entregando. Algo se completa ahí; es una sensación muy linda.
Entonces por ejemplo, yo doy masajes a precio de dhamma, y a veces no recibo un peso -pero la persona invirtió sus energías en moverse hasta mi casa. Vivo bien a tras mano, de modo que la inversión no es menor; yo esa inversión la considero a la hora de hacerle un masaje a la persona, y entonces entrego sanación porque me enfoco en eso. Después quizás la persona quiere hacer algo por mí para completar el círculo, y entonces me hace propaganda, o me paga quinientos pesos, o cualquier cosa que esté a su alcance...
En esto tenemos que ser como el infinito: dar abiertamente, con la confianza de que regresará. ¿Y por qué tenemos que ser así? Pues porque en esa práctica algo se completa. Empiezo a sonar majadero, lo sé, pero es que no hay otra forma de decirlo. Algo se completa. Algo cruje. Algún engranaje universal se echa a andar...
...confiando entonces que ya usted me cree y está dispuesto a trabajar por ser feliz; a amar, entregar, ser amado y recibir en libertad (sin culpas ni obstáculos); a echar a andar el engranaje universal... en la próxima entrada le cuento lo mejorcito que he aprendido -que es consecuencia de todo esto- y con eso me despido por hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario