Muchas personas insisten en preguntarse si acaso estamos solos en el universo; yo creo que no, pero no miro a otros planetas para fundar mis creencias: acá mismo en la tierra existen poderes; existen otras presencias, otros racimos de vibraciones con consciencia de sí mismas, intención y voluntad. Ejemplos van desde las plantas alucinógenas hasta el mar, el viento, las montañas... todo en este mundo es vida porque todo está hecho de vida.
Varias de estas presencias están aquí para ayudarnos a conocer nuestro legado. Entre medio son felices siendo lo que son, claro, y difícilmente van a salir de su camino por ayudar a uno de nosotros, pero si vamos a ellas con humildad y respeto, nos entregan respuestas a lo que preguntemos. Las respuestas a esas preguntas son el camino a la consciencia expandida; la consciencia expandida es nuestro legado como seres humanos.
La mayoría de estas presencias son en realidad muy amigables, y si ven que una persona llega a ellas sin estar preparada, se abren a jugar con esta persona y divertirse un rato. No piden nada a cambio, sólo se divierten, aunque claro, hay presencias más oscuras e incluso las hay demandantes.
El poder es cosa seria y más vale andarse con cuidado cuando se trata con él, tenga la forma que tenga, pero lejos la peor decisión es ignorarlo y hacer como si no existiera. Las personas hemos hecho justamente esto, y hemos creado un mundo encima del mundo para mantener la ilusión; este mundo creado se sustenta únicamente en relatos, y a estos relatos les damos el poder de gobernar nuestras vidas y decidir por nosotros. Todo esto para seguir creyendo que tenemos el control, cuando en realidad lo entregamos a palabras que ni siquiera son las propias. Es un desatino sin fin.
Por suerte, el poder y los poderes son maestros compasivos y nos van a esperar todo el tiempo que tengan que esperarnos. Pasa que tienen grandes planes para nosotros.
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jueves, 25 de septiembre de 2014
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Polos visionarios: la serpiente y el águila.
Hoy quiero hablar un poco sobre Chicchán y Men, la Serpiente y el Águila en los kin maya. Quiero hablar de ambos al mismo tiempo porque son opuestos (o antípodas), y los opuestos en los kin maya son inclusivos, holísticos: están contenidos el uno el otro. Son, digamos, dos polos, de modo que la enseñanza es la misma para ambos, porque deben buscar el equilibrio. El caso de Men y Chicchán se presta muy bien para acercar lo que intento referir: si el águila está arriba en el cielo, y la serpiente abajo en la tierra, la enseñanza para la una es aprender a ver desde abajo y para la otra, desde arriba. La plenitud, para ambas, se encuentra en un punto intermedio.
Por tratarse de opuestos, voy a abordarlos desde un nuevo formato; si se anima me cuenta qué le parece. Vayamos pues:
La serpiente es la experiencia concreta. Se arrastra por el piso, de modo que su visión es linear. El águila, en cambio, ve desde arriba, y así que su visión es global.
Para la serpiente un obstáculo (digamos por decir algo una roca grandota) puede parecer insorteable, porque no ve que le puede pasar por el ladito o por encima o por la grieta en el centro. El águila, desde arriba, ve la respuesta como la cosa más evidente y tiende a enjuiciar a la serpiente: "estúpido reptil, ¡cómo dejas que eso te bloquee! ¡Es un obstáculo tan pequeño!". Y es que para el águila no hay más que planear un poquito y ya está al otro lado. La roca ni existe para ella.
Pero la serpiente no se queda callada. Le responde "mire señorita águila, hasta que usted no haya vivido la experiencia de sortear el obstáculo, no ha aprendido nada". Tiene la serpiente mucha razón, porque sólo la experiencia nos enseña. El águila se proyecta hasta donde ve su visión, pero si tan sólo planea hasta allá, entonces cualquier lugar es igual que otro. Si no hubo camino, si es sólo proyección mental, no ha habido nada.
Chicchán debe aprender de Men que ninguna roca es un obstáculo determinante; que más que arrastrarnos las personas volamos en este viajecito cósmico que es la vida; pero Men tiene que aprender de Chicchán que necesitamos pisar tierra para poder despegar. Si no, no es vuelo, no es vida.
El águila tiene la capacidad de ver con mucha precisión y enfoque, cosa que suele aplicar a la hora de ver a los demás, transformándose en una persona muy crítica. Como ve más allá, tiende a ver a los otros como muy atrás en el camino, muy poco evolucionados, y desde allí genera toda suerte de prejuicios hacia lo concreto, lo burdo, lo mundano.
Chicchán, por su parte, se identifica tanto con lo sensorial que ese "lo mundano" la emboba y se pierde en los vicios, en lo terrenal. De modo que ninguna cosa es mejor que la otra, porque como vengo diciendo, ambas son necesarias y parte de la vida: no debemos identificarnos ni con la capacidad visionaria ni con la experiencia sensorial, porque somos aquello que está entremedio de las dos cosas.
Men, en ese mismo ver más allá, representa la conciencia cósmica, y así que la gente de esta tribu suele dedicarse a despertar a los demás de un modo u otro. Por eso es tan importante que sepa dejar de lado sus prejuicios: no va a ayudar a nadie si los juzga por estar "más atrás" en el camino; si, por ejemplo, piensa que quien ocupa su mente en autos y dinero simplemente está mal y no debería existir.
Pasa que, para quien vive en este mundo, el auto y el dinero son cosas muy importantes. Para la experiencia concreta, para la visión lineal de Chicchán, son la aspiración de la vida, el sinónimo de éxito, y aunque esté equivocada, está también en lo correcto: ni el dinero ni el auto son necesarios, pero ambos pueden ayudar, ambos pueden ser herramientas, ambos cumplen una función. Tienen su lugar en este mundo. Además, quien ocupa su mente ansiosamente con autos o dinero no es peor que quien la ocupa con juicios hacia los demás o expectativas y exigencias hacia sí mismo.
Men es lo intelectual, lo sutil, lo referente al sexto y séptimo chakra. Men vuela cerquita del origen, y es justamente por eso que puede carecer de interés por este mundo... pero eso es parte del mismo prejuicio del que vengo hablando. Si estamos vivos es para algo, y en todo caso, la experiencia de vivir es en sí tan asombrosa que basta y sobra para querer vivirla.
Chicchán, en cambio, es lo burdo, lo sensorial, lo físico, primer y segundo chakra. Estos chakras son la base, y sin base no hay edificio; de nada sirven el sexto y séptimo chakra con toda su divinidad si no tienen la fuerza, el empuje de la voluntad de vivir. Ese instinto primario es Chicchán: sobrevivir, reproducirse, sentir, experimentar; es lo más primordial de nosotros los seres humanos... y sin eso no somos nada. El instinto sabe mucho más que los miles de años de intelecto, y eso que el intelecto harto sabe y harto sirve también.
Lo que intento dibujar aquí entonces es la serpiente emplumada, Quetzalcoatl: mitad águila, mitad serpiente. Tan burda como sutil, tan elevada como terrenal. Porque eso somos en realidad los hombres: mitad divinos, mitad terrenales. Sólo haciéndonos responsables de ambas partes y reuniéndolas expresamos nuestro verdadero potencial y propósito en este mundo.
Los pensamientos deben ser acompañados de actos y los actos deben ser acompañados de pensamientos; en ese armonizar ambas cosas se expresa el alma.
Expresar el alma es el significado profundo de nuestra existencia.
Por tratarse de opuestos, voy a abordarlos desde un nuevo formato; si se anima me cuenta qué le parece. Vayamos pues:
Para la serpiente un obstáculo (digamos por decir algo una roca grandota) puede parecer insorteable, porque no ve que le puede pasar por el ladito o por encima o por la grieta en el centro. El águila, desde arriba, ve la respuesta como la cosa más evidente y tiende a enjuiciar a la serpiente: "estúpido reptil, ¡cómo dejas que eso te bloquee! ¡Es un obstáculo tan pequeño!". Y es que para el águila no hay más que planear un poquito y ya está al otro lado. La roca ni existe para ella.
Pero la serpiente no se queda callada. Le responde "mire señorita águila, hasta que usted no haya vivido la experiencia de sortear el obstáculo, no ha aprendido nada". Tiene la serpiente mucha razón, porque sólo la experiencia nos enseña. El águila se proyecta hasta donde ve su visión, pero si tan sólo planea hasta allá, entonces cualquier lugar es igual que otro. Si no hubo camino, si es sólo proyección mental, no ha habido nada.
Chicchán debe aprender de Men que ninguna roca es un obstáculo determinante; que más que arrastrarnos las personas volamos en este viajecito cósmico que es la vida; pero Men tiene que aprender de Chicchán que necesitamos pisar tierra para poder despegar. Si no, no es vuelo, no es vida.
El águila tiene la capacidad de ver con mucha precisión y enfoque, cosa que suele aplicar a la hora de ver a los demás, transformándose en una persona muy crítica. Como ve más allá, tiende a ver a los otros como muy atrás en el camino, muy poco evolucionados, y desde allí genera toda suerte de prejuicios hacia lo concreto, lo burdo, lo mundano.
Chicchán, por su parte, se identifica tanto con lo sensorial que ese "lo mundano" la emboba y se pierde en los vicios, en lo terrenal. De modo que ninguna cosa es mejor que la otra, porque como vengo diciendo, ambas son necesarias y parte de la vida: no debemos identificarnos ni con la capacidad visionaria ni con la experiencia sensorial, porque somos aquello que está entremedio de las dos cosas.
Men, en ese mismo ver más allá, representa la conciencia cósmica, y así que la gente de esta tribu suele dedicarse a despertar a los demás de un modo u otro. Por eso es tan importante que sepa dejar de lado sus prejuicios: no va a ayudar a nadie si los juzga por estar "más atrás" en el camino; si, por ejemplo, piensa que quien ocupa su mente en autos y dinero simplemente está mal y no debería existir.
Pasa que, para quien vive en este mundo, el auto y el dinero son cosas muy importantes. Para la experiencia concreta, para la visión lineal de Chicchán, son la aspiración de la vida, el sinónimo de éxito, y aunque esté equivocada, está también en lo correcto: ni el dinero ni el auto son necesarios, pero ambos pueden ayudar, ambos pueden ser herramientas, ambos cumplen una función. Tienen su lugar en este mundo. Además, quien ocupa su mente ansiosamente con autos o dinero no es peor que quien la ocupa con juicios hacia los demás o expectativas y exigencias hacia sí mismo.
Men es lo intelectual, lo sutil, lo referente al sexto y séptimo chakra. Men vuela cerquita del origen, y es justamente por eso que puede carecer de interés por este mundo... pero eso es parte del mismo prejuicio del que vengo hablando. Si estamos vivos es para algo, y en todo caso, la experiencia de vivir es en sí tan asombrosa que basta y sobra para querer vivirla.
Chicchán, en cambio, es lo burdo, lo sensorial, lo físico, primer y segundo chakra. Estos chakras son la base, y sin base no hay edificio; de nada sirven el sexto y séptimo chakra con toda su divinidad si no tienen la fuerza, el empuje de la voluntad de vivir. Ese instinto primario es Chicchán: sobrevivir, reproducirse, sentir, experimentar; es lo más primordial de nosotros los seres humanos... y sin eso no somos nada. El instinto sabe mucho más que los miles de años de intelecto, y eso que el intelecto harto sabe y harto sirve también.
Lo que intento dibujar aquí entonces es la serpiente emplumada, Quetzalcoatl: mitad águila, mitad serpiente. Tan burda como sutil, tan elevada como terrenal. Porque eso somos en realidad los hombres: mitad divinos, mitad terrenales. Sólo haciéndonos responsables de ambas partes y reuniéndolas expresamos nuestro verdadero potencial y propósito en este mundo.
Los pensamientos deben ser acompañados de actos y los actos deben ser acompañados de pensamientos; en ese armonizar ambas cosas se expresa el alma.
Expresar el alma es el significado profundo de nuestra existencia.
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